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El homúnculo

Boñiga de caballo y esperma humano. Receta para un homúnculo. Lleva en sí la contradicción de su existencia, el terror de su origen. Como el bufón del rey Lear, habla de modo insidioso y hermético, por pura contradicción, por pura nausea. Es un invento, algo que sabe su procedencia, por eso maldice. No tiene opción al mito. Es demasiado concreto, demasiado explicado. De allí su rabia y sus ganas de matar; su odio al progenitor. En sus horas más lamentables, en su enfrentamiento con su enemigo que es su padre, decide explicarle su verdad. Después de escupirlo mil veces sobre el suelo, después de arrastrarlo y pisotearlo demencialmente, le dice: "Maldito perro, ojalá al menos fueras una duda, un dios de la fe ciega, a quien adorar, por quien matar. Desdichado, inmundo y  obsceno hijo de la maldición...  Ojalá no fueses mi creador, sino mi dios".

Del movimiento

Nuestra dicha es el movimiento. Más nos valdría que nada estuviera quieto, que nada estuviera fijo, que todo fuese inconstatnte. La inconstancia genera placer, nos predispone a amar. Aquello que se aleja, que pasa ante nuestros ojos, siempre tendrá delante de su imagen el misterio de lo indiscernible. Ese fenómeno por el cual sentimos amor, por el cual limitamos todas nuestras ofensas sólo a aquello que nos impide sentir su ida, el experimentar su radiante transformación. Todo  lo que se mueve tiene un premio para nosotros, algo que es un nacimiento impreciso aún, un elemento sin forma, un pequeño pulular de impulsos que desaparecen y dejan el rastro de su resonancia. Únicamente de su resonancia. Pero somos tan amantes del movimiento, de lo inquieto, que deseamos que el sonido remanente aún se pierda para nosotros, aún deje más remanencia. No hay nada más hermoso que verlo perderse, que verlo hundirse en algo blanco y abultado, para luego sólo en un pequeño instante de felicidad ima

Contra pesimistas.

Podría ahora mismo vivir el más desdichado de los acabamientos, la penuria de las penurias y revolcarme en la nada... Pero no quiero. Más allá de aquella África, más allá del Turkana, hay un río de aguas puras y brillo tintineante. No está al alcance de mi mano que juguetea entre nubes como si ella fuera un velo de luz. Sólo puedo imaginarlo; y no ni siquiera a él y sus aguas tintineantes. La vida diera por tener su imagen en la mente sostenida durante el instante en que se propaga la luz de mi mano que ondea. Sólo puedo imaginar que deseo su existencia. Sólo puedo crear para mí ese deseo. Lo creo, nace en mí y rutila... Y esto me basta... Me basta.

"Mi espera"

De pronto ya no estabas. Todo de ti se había hundido en la nueva edad oscura. Subí hasta el monte de Polifemo en donde quedaron algunos. Allí donde no llegaron los hombres del mar y aún había algo de ti. Donde Aquiles aún estaba cubierto de bronce y Odiseo era invocado. Donde Josué derribaba los muros de Jericó y Moisés partía los mares. Ellos y yo te encerramos en la redoma del diablo, aquello tan poco que quedó de ti. Entonces jugábamos, jugábamos a la toma de Troya y a la conquista de Canaán; y nos convertimos en padres y en hijos amados. En el verdadero sentido de la tierra: el amor a los hijos. Y nuestro viejo amor de padres floreció en nuestro pequeño refugio, como antes de Homero, como en los tiempos anteriores a Homero. En la primera edad oscura. Disfrutábamos ignotos de nuestro amor de padres y supimos la belleza en nuestros hijos. Y volvimos a descubrir la música en su presencia:  καλός .  Resonaba en nuestra cueva, resonaba con el vino, y en el ojo de nuestro huésped. É

Sobre el paraíso.

Quien crea que el paraíso es un lugar de eterna felicidad, no sabe nada de religión, mucho menos de lo humano. A un paraíso puede faltarle hasta las plantas, con tal que no falte quién despedace al hombre. Es en el paraíso donde está la gran serpiente. Es en el paraíso donde habita el mal, donde se retuerce la inmensa crueldad de la vida que ansía devorar el cuerpo del hombre para después aullar frenética. Qué hacía la serpiente en el paraíso. Aclaración: Era su reino, era la trampa. Era la oscuridad profunda dispuesta para atraer a la criatura humana hasta sus fauces, hasta su perdición y ensangrentamiento. Por eso, abundancia y ríos oscuros... Todo listo como en el Gilgamesh, todo dispuesto para atraerlo... Para perderlo.  

Ubicándonos

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 La Tierra tiene 4500 millones de años de edad. Las rocas más antiguas suceptibles de tener restos orgánicos preservados, tienen entre 3600 y 3500 millones de años y se encuentran en Sudáfrica y Australia. Ambos depósitos alojan fósiles de organismos unicelulares semejantes a las bacterias modernas. Cerca de cinco sextas partes de la historia de la vida, corresponden a la historia de l os organismos unicelulares. Nada menos que un aproximado de 2500 a 3000 millones de años de vida unicelular sin que aconteciera nada peculiar. Casi 3000 millones de años sin cambio evolutivo importante, que nos dejan tan solo un aproximado de 600 millones de años, para la espectacular marcha desde los pluricelulares, hasta los animales modernos. De estos, hace apenas 3 millones de años comenzó la aventura de los homínidos... De estos, hace apenas 150 mil años comenzó el periplo "Homo sapiens"... De estos, en la insignificante cifra de hace 10 mil años, dejamos de ser medio bestias para cultivar

La fuerza de un concepto.

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El nacimiento de un concepto como "escultura", tiene una preñez dolorosa, incierta, dubitativa, extraña, de miles de años. Una vez parido... esculpir es sencillo. (Imagen de un Kurós griego. Siglo VI a.c.)